Traducción de un vídeo y un artículo de GirlWritesWhat.
Traductora: E. V. In’Morales
Revisor: El Ratel
Hace poco, un suscriptor perplejo me preguntó si estaría dispuesta a hacer un vídeo sobre la cosificación sexual, después de toparse en Internet con dos artículos polémicos que lo dejaron rascándose la cabeza.
En el primero, un bloguero ateo que escribe sobre ética publicó una lista de “científicos sexys” que resultaron ser en su totalidad mujeres, con la excepción de PZ Myers, que se incluyó como broma. Fue inmediatamente reprendido por haber redactado una lista sexista que cosificaba a la mujer basándose en su aspecto. Al suscriptor le pareció realmente impactante el nivel de enfado de quienes reñían a este bloguero, y notó que éste tenía que corregir constantemente interpretaciones obviamente tergiversadas de lo que había dicho.
Pero lo que realmente dejó al suscriptor preguntándose qué coño estaba pasando fue que muchas de esas personas profundamente ofendidas por la lista admitieron, abiertamente, que una lista semejante de científicos varones sexys no les resultaría ofensiva.
Me envió otro ejemplo de este fenómeno, sacado de Jezebel, donde muchas mujeres cosificaban desvergonzadamente a jugadores de fútbol, y unas pocas admitían que “Si en la Copa del Mundo hubiera mujeres… estaríamos cabreadas por la cosificación. Esto no es en absoluto diferente”.
La respuesta fue “Sí, nos cabrearía. Pero no es lo mismo. Por esta razón: en nuestra realidad, los hombres no tienen problemas para ser tomados en serio por su aspecto o su atracción sexual, ni tampoco se juzga su valor para la sociedad en base a eso… Tampoco contribuiría a la opresión generalizada del hombre… Ellos no serían tratados como un pedazo de carne o como ganado. Y punto”.
Mi suscriptor me preguntó si podría explicarle en qué planeta vive esta gente.
Primero, habría que decir que esta gente vive en un planeta en el que no saben, no entienden o NO QUIEREN ENTENDER cómo funciona el sexo.
Voy a citar uno de mis columnistas sobre sexo preferidos, Dan Savage, porque sus ideas sobre la cosificación sexual coinciden casi a la perfección con las mías.
“Señoritas, asúmanlo: las personas siempre han cosificado y siempre cosificarán a las personas por las que se sienten atraídas. Los hombres que quieren follar con mujeres cosifican a las mujeres (en lugares como Hooters [franquicia de restaurantes estadounidense cuyas camareras son siempre atractivas y llevan uniformes sugerentes]); las mujeres que quieren follar con hombres cosifican a los hombres (en lugares como las portadas de una revista). Los gays cosifican a otros hombres (en lugares como el culo de Ashton Kutcher), las lesbianas cosifican a otras mujeres (en lugares donde Venus y Serena juegan al tenis). La necesidad de cosificar es universal y, mientras se satisfaga de manera justa y respetuosa, no resulta ofensiva, no es un problema y no es noticia.”
También debería decir que esta gente vive en un planeta donde todo el mundo es absolutamente incapaz de ver a la mujer interpretando un papel activo —y eso incluye todo lo concerniente al ámbito sexual—; no es más que un ser pasivo al que LE PASAN cosas. Lo cual… en fin. Supongo que a estas alturas no debería decir que es raro; más bien, es completamente de esperar.
Ya he mencionado antes que el feminismo es el mayor cosificador de la mujer, y esta clase de estupideces me da la oportunidad de explicar mi razonamiento a los no iniciados. En esencia, la cosificación es una negación de cualquier agencia moral o personal. La agencia es la idea de que las cosas que haces tienen un efecto sobre el mundo y sobre ti mismo. Es la noción de que tu acción “A” tendrá como resultado un resultado “B”, “C” o “D”, y de de que dichos resultados dependen de tus acciones. Cuando las personas son consideradas objetos, se considera que son incapaces tomar decisiones o llevar a cabo acciones que tengan un efecto; que conlleven consecuencias reales. Básicamente, es lo mismo que decir que nada de lo que hagas importa, porque las cosas te ocurren sin más.
El feminismo afirma que la cosificación de la mujer es un proceso que se origina en el cerebro y en la polla del hombre, en vez de originarse, en parte, en las decisiones y las acciones de la mujer. Eliminan completamente a la mujer como factor interactivo o causal en ese fenómeno. La decisión de un hombre de cosificar a una mujer es una decisión que se origina espontáneamente dentro de sí mismo, y se basa únicamente en el hecho de que es un cerdo.
Para alguien como Rebecca Watson, el hecho de posar para el calendario de “Mujeres sexys del escepticismo” no debería tener ninguna influencia sobre lo que la gente vea en ella o piense de ella. Puede mostrar un kilómetro de escote en todo momento; puede sacar un beneficio ecónomico de su atractivo sexual, pero al mismo tiempo, vive en un mundo en el que a pesar de estar explotando su sexualidad, niega que eso tenga o pueda tener efecto sobre nadie, ¡y pobre del malvado que se masturbe con una foto de ella mirando coquetamente a la cámara y mostrando buena parte de sus senos, porque no la está reconociendo como ser humano! Tal vez sí que tenga permiso para masturbarse escuchando un audio de ella hablando sobre feminismo, con la voz modificada electronicamente para ocultar su género, pero yo no apostaría por ello. Masturbarte pensando en alguien que no conoces a nivel espiritual o intelectual es la mayor maldad que existe.
A menos que se trate de una mujer tocándose mientras mira una foto de David Beckham.
Y esto me lleva a la otra mitad de la ecuación de la cosificación sexual. Esa parte de la que las feministas jamás han oído hablar, en la que jamás han pensado, por estar demasiado ocupadas admirando sus propias vaginas (de un modo completamente no cosificador, no como vosotros, hombres asquerosos a los que sólo les interesa el SEXO).
Así que vamos a examinar la imagen completa, basándonos en los criterios masculinios y femeninos de atractivo sexual, y la falsedad intelectual de personas como las que comentan en Jezebel y en Common Sense Atheism.
Las mujeres a veces pasan horas enteras transformandose en objetos bellos y sexys. Se ponen zapatos de tacón porque los pies pequeños están relacionados con niveles altos de estrógenos y fertilidad, y los pies parecen más pequeños con tacones altos. Las piernas también parecen más largas, lo que se relaciona con la juventud, y como esos tacones hacen que la espalda baja se arquee, provocan que el trasero de la mujer parezca más atractivo. Las mujeres usan pintalabios porque los labios de una mujer son naturalmente más oscuros y carnosos que los de los hombres, imitando los genitales femeninos; el pintalabios resalta ese efecto. Se tiñen el cabello para ocultar las canas y usan cremas anti-arrugas que dan una imagen de juventud, y se desesperan por el acné, porque una piel limpia y clara es una señal de salud y de buenos genes para una pareja potencial.
Es posible que no hagan todo esto sabiendo conscientemente por qué funciona, pero lo que sí que saben es que resulta sexy.
Y es MÁS probable que hagan todo esto cuando van a sitios donde hay MUCHOS hombres a los que atraer, y que después vayan en chándal y con el maquillaje del día anterior cuando están con su pareja (el hombre para el que supuestamente quieren resultar atractivas) o cuando están solas en casa. Así que, efectivamente, lo hacen por la atención masculina y no solamente para “sentirse” sexys. Básicamente, es como emitir una señal de radio y esperar que solamente el tipo más apto y aceptable la reciba y actúe en consecuencia.
Señoritas, esto se llama “acción”. Y tiene un resultado. El resultado es que ahora sois sexualmente MÁS atractivas para hombres que no os conocen y que no saben nada de vosotras como personas. Y contrariamente a lo que os gustaría creer, esa ES la consecuencia que buscabais.
Y la idea estúpida de que los hombres no son cosificados o juzgados en base a criterios sexuales… demuestra simplemente que las feministas NUNCA han sido capaces de ponerse en la piel del hombre y entender sus experiencias o cómo funciona su cerebro.
¿Cuáles son las “poses sexys” de las mujeres? Aquellas que muestran indicios superficiales de cualidades que los hombres encuentran atractivas —poses que resaltan las curvas (fertilidad y capacidad para parir), expresiones faciales que son tímidas o coquetas (disposición receptiva), ángulos que exhiben belleza (buenos genes), piel clara (salud) y piernas largas (juventud). Cuanta menos ropa, mejor, porque para un hombre el criterio visual detectable de lo que es sexualmente atractivo en las mujeres se basa en el cuerpo.
¿Cuáles son las “poses sexys” de los hombres? Poses de acción. Poses de poder y de fuerza. Poses de trabajo. Poses rebeldes o desafiantes. Y si los hombres están completamente desnudos, entonces es imposible ver si pueden permitirse un traje de Hugo Boss, qué clase de trabajo hacen, si llevan algún uniforme o qué estatus social tienen, ¿verdad?
Los hombres resultan sexys a las mujeres en base a lo que pueden aportar en cuestión de protección, estatus social o recursos. Las poses reflejan eso mismo. Se basan en lo que el hombre puede hacer, tener, conseguir o ganar, y no por ello son menos cosificadoras, NI TAMPOCO significa que los hombres no sean juzgados en base a esos criterios visuales. Una vez leí que una mujer, cuando ve a un hombre, decide en cinco segundos si quiere conocerlo mejor. Y muchas veces la decisión se basa en cosas como la calidad de sus zapatos, y no en si tiene una sonrisa bonita.
Y aunque es una mierda que te cosifiquen basándose en tu aspecto, si es algo que no puedes cambiar, también debe de ser una mierda que te cosifiquen en base a lo que puedes aportar en términos de rendimiento; básicamente, te cosifican según tu utilidad para una mujer concreta.
Ahora bien, no se suelen escuchar quejas lastimeras por la cosificación sexual masculina, las mismas quejas lastimeras que SIEMPRE resuenan ante el más mínimo indicio de cosificación sexual femenina. Y la diferencia no consiste en que los hombres tengan su privilegio masculino; la diferencia es que los hombres que NO son vistos como objetos sexuales (porque no cumplen los requisitos) son vistos como unos perdedores, mientras que las mujeres que SÍ son cosificadas se suelen sentir amenazadas.
Y ESO se puede atribuir a los diferentes costes y beneficios biológicos del sexo, según seas hombre o mujer. Ahora, en pro del argumento, vamos a fingir que vivimos hace 20.000 años, antes de la píldora anticonceptiva, antes del aborto, las marchas de las putas y la revolución sexual; antes de todo eso, porque el ambiente de hace 20.000 años es el ambiente en el que nuestros instintos creen que vivimos; es el ambiente para el que están diseñados.
La atención sexual no deseada —es decir, la que proviene de un hombre inferior, o de un hombre al que no se le ha prohibido comerse con los ojos a una mujer— le parece una amenaza a la mujer, porque el coste biológico (el embarazo) de esa atracción, llevada al extremo (una violación) es extremadamente alto.
Para la mujer, quedarse embarazada de un hombre inferior era una catástrofe biológica. Tenía que malgastar uno de sus intentos reproductivos, que son limitados en número y en el tiempo; poner en riesgo su salud y su vida, y podría pasar 4 años de fertilidad reducida por la lactancia antes de poder volver a intentarlo. Todo ello desperdiciado para tener un hijo con genes inferiores, engendrado por un hombre que, como mínimo, no había demostrado por adelantado su voluntad de quedarse con ella y ayudarla a criarlo.
Esos son MUCHÍSIMOS riesgos y costes, de manera que la atención sexual “no deseada” de un hombre que a ella le parece que no da la talla, la hace sentir inquieta. Pero es imposible obtener la atención sexual de nadie, ni siquiera de los hombres a los que sí desea, a menos que se presente a sí misma como una mujer sexualmente atractiva, ¿no? Así que cuando se aplica todo ese maquillaje, cuando se pone esa blusa ajustada, instintivamente (aunque quizá no conscientemente) sabe por qué lo hace: para resultar atractiva a un hombre increíble, que la hará sentir sexy. Pero cuando hombres no tan increíbles expresan un interés prematuro o no deseado por ella, se siente incómoda y oculta el conflicto de agente/objeto bajo una maraña de razonamientos ilógicos, según los cuales los hombres NO deben cosificarla, ni siquiera cuando su propio objetivo era que los hombres la cosificaran, y según los cuales todo eso no tiene absolutamente nada que ver con ELLA, ni con lo que es, ni con lo que haga. Todo es culpa de esos hombres que piensan con la entrepierna.
Esta es una de las razones por las que el comportamiento masculino alrededor de la mujer siempre ha estado regulado por unas estrictas normas de cortesía. Es una de las razones por las que, ya incluso en tiempos de mi abuelo, a un hombre le podían dar una paliza por utilizar lenguaje vulgar en presencia de una mujer, y ofenderla. Y es una de las razones por las que las mujeres siguen siendo el grupo con mayor poder para controlar el discurso y las normas de cortesía; ellas ponen los límites de lo que se considera un discurso o un comportamiento aceptable, y prácticamente todo el mundo se ajusta a su mínimo común denominador en ese aspecto.
Debido a esos costes y riesgos femeninos, los hombres han tenido que competir y esforzarse para tener la oportunidad de reproducirse. Pero hace 20.000 años, si ÉL tenía relaciones sexuales con una mujer inferior, con la que no le interesase estar a largo plazo, no tenía nada que perder, más que unos cuantos millones de espermatozoides que se regeneran constantemente. Podía marcharse sin más—al menos hasta hace poco—, y volver a intentarlo con alguien mejor, tan pronto como tuviera otra erección.
Y para él, el ser cosificado es algo BUENO. Recordemos que él tiene que competir por las mujeres. Ser cosificado es un logro, y ese logro lo convierte en un ganador, incluso si no termina teniendo sexo con ninguna de las féminas que le lanzan fervientes miradas desde el otro lado de la cueva.
Es decir, que para él no es ninguna tragedia que lo encuentren sexy. Que muchas mujeres lo encuentren sexy no tiene ningún coste para él, y de hecho, cuantas más mujeres lo cosifiquen, mejor para él, porque entonces puede ser ÉL el que escoja a una mujer, en lugar de al revés. Y nada de todo esto significa que los hombres busquen sexo todo el tiempo, o con muchas mujeres distintas, ni nada por el estilo. Únicamente significa que ellos no van a sentir esa inquietud, esa incomodidad instintiva y visceral ante la mirada elogiosa de una mujer desconocida.
E incluso si él no tiene interés en las mujeres, en el sexo o en la reproducción, las cosas que lo convierten en un objeto sexy son cosas muy positivas para su vida: dinero, autonomía, respeto, forma física y la admiración de los demás. Incluso si él JAMÁS quiere sexo, cumplir cualquiera de los requisitos sexuales femeninos supone un beneficio individual para él. Hasta hace muy poco, en nuestra evolución social y legal, no se enfrentaba al conflicto de que lo que lo hace sexualmente valioso también tiene un ENORME potencial para arruinarle la vida o incluso una responsabilidad fatal si su juicio sexual lo lleva por mal camino o si una mujer se aprovecha de él.
Las mujeres siempre han tenido TODO el poder en la ecuación sexual, pero hasta hace muy poco ese poder podía destruirlas por completo, si no eran capaces de ejercer un completo control sobre él. E incluso si no lo saben conscientemente, lo saben por instinto. Los hombres siempre han tenido que ganarse su poder sexual, y era un poder que, una vez ganado, no les costaba nada. Lo que les costaba una barbaridad era obtener ese poder; a menudo les costaba la vida, labrando el camino para demostrar que eran dignos merecedores de alquilar el útero de una mujer.
Ahora bien, lo que realmente me irrita es lo increíblemente ajenas que son las feministas ante esta clase de cosas; cómo niegan la agencia que ejercen las mujeres al cosificarse a sí mismas, endosándoles toda la responsabilidad a los hombres, de manera que o bien se sacan sus propios ojos, o son unos cerdos, en lugar de reconocer la parte que las mujeres desempeñan en el juego de la atracción sexual. Y la disonancia cognitiva de decir que “los hombres no son tratados como pedazos de carne. Y punto”, INCLUSO CUANDO HABLAN SOBRE ELLOS COMO SI FUESEN PEDAZOS DE CARNE.
Me pone enferma que, en lugar de comprender que su problema con el problema de la cosificación de la mujer tiene su origen en unos instintos que le servían a la mujer de las putas cavernas, pero que no tienen nada que ver con la realidad social, legal, tecnológica o económica de hoy en día, en vez de eso, las feministas llevan a cabo una patética gimnasia mental para echar la culpa de su propia doble moral al engaño colectivo del Privilegio Masculino, para así no tener que admitir que las mujeres son instintivamente cautelosas con el sexo, y los hombres, instintivamente despreocupados.
Y lo que encuentro más hilarante es la negación de que las mujeres cosifiquen a los hombres en base a criterios visuales —todas las pistas y señales tan obvias presentes en las imágenes sexys de hombres que exhiben su utilidad para las mujeres, y que pueden ser tan sencillas como la forma de estar de pie al hacer la fotografía.
Si las mujeres son cosificadas como adornos, entonces los hombres son cosificados como aparatos domésticos. Y la diferencia entre un adorno y un aparato doméstico es que los adornos son objetos codiciados, propensos a ser robados por quienes no se los merecen, mientras que los aparatos domésticos que nadie quiere se tiran a la basura. Una mujer cosificada por el “hombre equivocado” se siente incómoda porque hubo una época en que sus riesgos y costes reproductivos lo eran todo para ella, mientras que un hombre que era cosificado por las mujeres en realidad estaba aplazando su propia desechabilidad.
E incluso yo puedo ver esa perla de verdad cuando una mujer de negocios de 50 años se lamenta porque hace mucho tiempo que ningún hombre le lanza “la mirada”. “No me han mirado lascivamente en años”, dice nostálgicamente. Cuenta que cuando visitó Italia hace 20 años con sus amigas “nos enfurecíamos cuando los Italianos nos pellizcaban el trasero. Cuando regresamos, ya con 40 años, nos enfurecía que nadie nos lo pellizcara”. Ahora es cuando se está dando cuenta de lo que los hombres comprenden desde el primer momento: que ser cosificado por los demás es una prueba de tu valor de mercado, y es por eso por lo que las mujeres jóvenes llegan a tales extremos para parecer hermosas, aunque se enfanden con los hombres que se atreven a darse cuenta de ello.
Y aunque ninguna de todas estas mierdas instintivas, como he explicado, se pueda cambiar a nivel fundamental (nuestra programación límbica), creo sinceramente que saber qué coño pasa, y por qué pasa, es el primer paso para lidiar con el problema. Si las mujeres QUIEREN ser vistas como agentes sexuales, en esta época en la que la mayoría de los costes y riesgos reproductivos para ellas han sido reducidos por la tecnología moderna, tienen que dejar de negar que tienen agencia sexual, y tienen que echarle un par de huevos y dejar de comportarse como si vivieran en la puta época victoriana, en la que las mujeres estaban tan a merced de su propia vulnerabilidad biológica, que una frase con doble sentido proveniente del hombre equivocado podría hacer que se ganase una paliza.
Esto puede que sorprenda a mucha gente: YA NO VIVIMOS EN ESA ÉPOCA. En esta realidad, en este entorno, donde las mujeres pueden tener completamente encerrada bajo llave su fertilidad si así lo desean, y donde los hombres se enfrentan a una posible manutención de 100.000 dólares exigida por ley si cometen un desliz, el hecho es que nuestros instintos son diametralmente opuestos a los riesgos y costes relativos actuales.
Y todo este gimoteo femenino por unas cuantas miradas de aprecio, o por la mera idea de que un hombre con el que no querrías tener nada que ver se puede estar masturbando pensando en tus tetas, tiene que acabarse.
Si el feminismo quiere que las mujeres sean consideradas seriamente como iguales a los hombres, entonces son las mujeres las que van a tener que hacer un cambio, para variar. Y eso significa no pedir sales aromáticas cada vez que un tipo les diga lo guapas que son.
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