Sobre la negación feminista de las diferencias biológicas entre los sexos.

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Traducción de un artículo original de Hannah Wallen, publicado en agosto de 2012 en su blog Breaking The Glasses:

Esta es una de las maneras que tiene el feminismo de perjudicar a todo el mundo. Al defender que la negación de la biología humana se imponga social y jurídicamente, el activismo feminista crea un ambiente asfixiante y opresivo para la interacción humana. Es imposible tratarse mutuamente como seres humanos iguales si confundimos “igual” con “idéntico”. En cuanto permitimos que esa idea equivocada dirija nuestra manera de interactuar, nos obligamos a escoger entre opciones conflictivas: ¿aceptamos que la percepción del tratamiento desigual, en tanto que diferencias reales y existentes, choca con la ideología que las niega? [Nota explicativa de la autora: ¿deberían las mujeres considerar que son tratadas de forma desigual cuando en realidad ese tratamiento distinto obedece a diferencias biológicas? Las acusaciones de “tratamiento desigual” suelen basarse en la negación de esas diferencias.] ¿Imponemos un tratamiento desigual, mientras intentamos utilizar medios artificiales para compensar las diferencias que nos vemos obligados a negar?

Esto, a su vez, dificulta tremendamente la capacidad de los sexos de trabajar en equipo, ya que desaconseja el reconocimiento y la explotación de los puntos fuertes, y el reconocimiento y la superación de los puntos débiles… porque se supone que no podemos darnos cuenta de que, muy a menudo, esos puntos fuertes y débiles se corresponden con el género. El feminismo complica todavía más el problema, modificando su propio punto de vista de la manera más hipócrita: se niega a admitir ante los hombres la existencia de diferencias que resultan positivas para ellos, y al mismo tiempo insiste en resaltar esas mismas diferencias cuando tiene el resultado que ellas esperan para las mujeres. Los ejemplos de esta negación van desde casos de hipocresía de alto calibre (como negarse a admitir, en el contexto del debate entre trabajo/salario, que por lo general los hombres son más capaces de realizar trabajos pesados) hasta ofuscaciones de bajo calibre (como la queja de que “los hombres nunca preguntan direcciones”, la cual ignora la aptitud de los hombres a la hora de utilizar la herramienta más útil a su disposición: el mapa). Los ejemplos opuestos van desde la afirmación, con impacto jurídico, de que la mujer es incapaz de defenderse o escapar en un conflicto doméstico, o la supuesta incapacidad de la mujer para comunicar verbalmente su rechazo a una insinuación sexual no deseada, hasta sutiles chistes anti-masculinos sobre la falta de empatía masculina, sus respuestas reflejas observables, que suponen una generalización socialmente aceptada. [Nota explicativa de la autora: las mujeres suelen hacer chistes que insinúan o afirman que los hombres son unos brutos insensibles sin empatía por los seres humanos, cuando en realidad los hombres dedican su vida a sacrificarse por el bienestar de sus esposas e hijos. También se puede observar que la empatía mueve de forma refleja a los hombres a actuar en beneficio de una persona que creen que está en peligro o siendo maltratada.]

Al imponer la falsa negación de una serie de factores existentes, y a continuación excluir de este sistema de negación ciertas circunstancias concretas, la ideología feminista perjudica la capacidad del hombre para relacionarse con la mujer. Cuando las diferencias físicas influyen en la interacción entre los sexos, el hombre se ve entre la espada y la pared; no se le permite reconocer ni darse cuenta de las diferencias, pero se le exige que las acepte o se ajuste a ellas. No puede considerar a la mujer menos capaz de llevar a cabo trabajos pesados, pero debe ocuparse él mismo del trabajo pesado que ella no lleva a cabo. No puede considerar a la mujer más débil físicamente, pero se le exige que no la someta al tipo de desafíos físicos a los que él está acostumbrado. Se espera que muestre empatía femenina, y que al mismo tiempo le reconozca a la mujer su mayor intuición empática. No puede atribuirle a la mujer ninguna habilidad de cuidado innata, pero tampoco se le permite quitarle su supuesto derecho a reivindicar su habilidad superior para los cuidados. ¿Cómo puede nadie formar un vínculo cooperativo, cuando la norma dicta que hagas lo que hagas, estará mal? ¿Cuál está el papel que se debe interpretar, y cómo encaja uno en él?

Para las mujeres, esta misma actitud de negación sistemática funciona como barrera contra el crecimiento personal.

Para poder alcanzar el crecimiento personal, una debe ser capaz, en primer lugar, de reconocer y evaluar sus ventajas y desventajas actuales. La autosuperación consiste en practicar, perfeccionar y explotar de forma positiva tus puntos fuertes, y en prestar atención a tus puntos débiles, centrándote en reducirlos o superarlos. Si nuestros iguales esperan que ignoremos la influencia que tiene el sexo sobre esas características, resulta muy difícil abordarlas. ¿Admitimos y utilizamos virtudes estereotípicas femeninas, si cuando lo hacemos estamos traicionando a aquellos que sostienen el derecho a fingir que esas virtudes no son femeninas? ¿Admitimos y luchamos por superar defectos estereotípicos femeninos, si cuando lo hacemos le estamos asignando ese estereotipo a otras mujeres? El feminismo considera que reconocer el posible patrón de género de los factores biológicos que influyen sobre las características humanas es un ataque sexista sobre las mujeres, y así, nos arrebata a las mujeres la oportunidad de ser mejores. Se nos pide que sacrifiquemos nuestro progreso individual para alimentar el poder político del movimiento.

De las múltiples manifestaciones de esta orden no escrita, ninguna es tan dañina como el mandato de indefensión y victimismo a ultranza. El progreso social del sexo femenino debería basarse en reforzar la confianza en nuestra capacidad para superar obstáculos, nuestra decisión de admitir y aceptar las responsabilidades, y nuestra tendencia a sobrevivir a las adversidades y volver a levantarnos más fuertes para el próximo desafío.

Anda, vida. Alégrame el día.

En vez de eso, el feminismo le dice a la población que espere que fallemos. Le dice que, cuando nos enfrentamos a las adversidades, no somos lo bastante fuertes como para defendernos solas. Cuando nos enfrentamos a un reto académico, no somos lo bastante listas como para competir. Cuando nos enfrentamos a una competición, no tenemos la suficiente determinación para ganar. Cuando nos enfrentamos a una situación negativa, no somos lo bastante independientes como para escapar de ella. Cuando nos derriban, no somos lo bastante resistentes como para levantarnos y continuar avanzando. Necesitamos indemnizaciones. Necesitamos concesiones. La hipocresía feminista dice que, aunque los hombres nos deben tratar como triunfadoras y competentes, no podemos serlo por nosotras mismas.

Tiene mucho que ver con tratar los conceptos de Grandeza, Éxito y Logro como si sólo tuvieran características masculinas, y asignar negatividad a características tradicionalmente consideradas femeninas. Una mujer que hace grandes cosas sin actuar como un hombre no puede ser reconocida por sus logros sin comprometer a la vez el concepto feminista “parecido” de no discriminación. [Nota explicativa de la autora: las feministas no reconocen la grandeza femenina si esta no se produce en una profesión tradicionalmente “masculina”. Consideran que los logros de las mujeres dentro de roles tradicionalmente femeninos, en el mejor de los casos, carecen de sentido, y en el peor de los casos, que implican degradación o explotación.]

Cuando las diferencias físicas influyen en la interacción entre los sexos, la mujer se ve entre la espada y la pared; no se le permite reconocer ni darse cuenta de las diferencias, pero a menudo se espera que las utilice como una muleta. ¿Cómo puede una formar un vínculo cooperativo, cuando la norma es que se debe ignorar la propia naturaleza? ¿Cuál está el papel que se debe interpretar, y cómo encaja una en él?

No es el sexismo masculino [machismo] el que se niega a equiparar el valor de una gran cuidadora y un gran científico. Es el sexismo femenino [hembrismo] el que lo hace, al insistir en patrones idénticos, en vez de equitativos, a los de los hombres; al enfatizar la naturaleza del trabajo sobre su calidad. No es el machismo el que condena la libertad sexual femenina; es el hembrismo el que lo hace, al insistir en tratar la satisfacción sexual como un lujo,  y en tratar a las mujeres que no lo mantienen a salvo como si fuesen esquiroles en una huelga perpetua. No es el machismo el que retiene a las mujeres en relaciones dañinas y disfuncionales; es el hembrismo el que lo hace, al insistir en dar por sentado el papel de víctima con la intención de explotar el poder de la culpa.

La mayor desventaja de la mujer es sentirse obligada a honrar las convenciones feministas de “ser dominada”, y la mayor dependencia del feminismo es que la mujer normal nunca se dé cuenta de ello. Cuando sabemos que no tenemos que tirarnos al suelo y pedir ayuda, en vez de vivir nuestra propia vida… cuando nos damos cuenta de que la opresión fantasma a la que, según las líderes feministas, seguimos sometidas después de más de cien años de activismo radical, no es real… Somos libres de determinar el rumbo de nuestras propias vidas, definir el éxito y rechazar el control que nos impone el único sistema de opresión que nos queda: el matriarcado.

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El Ratel

El Ratel ("The Badger") has helplessly seen the rise of politically correct nonsense, inclusive language and feminist ideology in his native country, Spain. After getting in contact with the MRM and antifeminist ideas, his attempts to talk about it were met with disdain and disgust. That is why he adopted a secret identity and started doing what he does best: spreading information by means of writing and translation.

El Ratel ha presenciado el auge de las estupideces políticamente correcta, el lenguaje inclusivo y la ideología feminista en su país natal, España. Tras entrar en contacto con las ideas del Movimiento por los Derechos del Hombre y el antifeminismo, sus intentos por hablar de ello fueron recibidos con desdén y desprecio. Por eso, tomó la decisión de adoptar una identidad secreta y hacer lo que mejor se le da: difundir información a través de la escritura y la traducción.

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