Traducción de un vídeo y un artículo original de GirlWritesWhat
[youtube https://www.youtube.com/watch?v=RozEFVPDxeg&w=420&h=315]
Hoy quería hablar un poco más sobre por qué la sociedad en general se muestra tan reacia a que los hombres se defiendan a sí mismos, sus derechos y sus intereses, y de qué forma nuestra visión colectiva de los géneros afecta a nuestra reacción.
Hace un par de semanas, Harry Crouch, presidente de la NCFM [Coalición Nacional para los Hombres] me pidió que fuese a Montana para hablar en un simposio y reunión de captación para la nueva sección de la NCFM de la Universidad del Estado de Montana. Me tomé una semana de vacaciones, me fui para allá en coche y preparé una presentación que hablase sobre las nuevas normas para juzgar casos de mala conducta sexual en campus de todo Estados Unidos; unas normas que suponen un mazazo al una vez sagrado concepto democrático del juicio justo y la presentación de pruebas. El líder de la sección, Chris Thompson, había estado poniendo posters y dando charlas en varias fraternidades, explicando a los jóvenes los motivos para unirse a la sección y empezar a cuidar de sus derechos. Había recibido comentarios muy positivos de los miembros de las fraternidades, aunque en público tendían a hablar sobre ello muy discretamente.
Preparamos la sala de conferencias en la biblioteca local, preparamos el power-point, y… pues… no apareció nadie, solamente la corresponsal de la emisora afiliada de la NBC. Era muy concienzuda, y decidió escribir un artículo preguntándose POR QUÉ no había aparecido nadie. Y me alegra decir que fue un artículo imparcial, y que ella mostró mucha solidaridad con los temas de los que hablamos (asuntos como los accidentes laborales mortales, los índices de suicidio y mendicidad, la infrarrepresentación en educación superior, además de las trabas que se ponen a quienes tratan de hablar de estos problemas).
En primer lugar, de los más o menos 100 posters que se colocaron por el campus para anunciar el evento, todos menos dos fueron arrancados en un solo día. Se pidió a varios negocios que permitieran colgar los posters en sus escaparates, pero se negaron, alegando la necesidad de “permanecer neutrales”, aunque las organizaciones feministas del campus utilizan esos mismos escaparates para anunciar sus eventos. Los pocos hombres que habían hablado con Chris en público fueron discretos, y claramente no querían que se supiese que les interesaba una organización para hombres (o sus propios derechos).
En el artículo se me citaba diciendo que había “una condena social muy fuerte a los hombres que se defienden a sí mismos. Se espera que defiendan a otras personas, pero no a sí mismos”. Creo que la resistencia pública, que resulta evidente en negocios que se niegan a colgar publicidad de un simposio sobre los hombres, posters arrancados, y el júbilo febril de sitios web como Shitredditsays y Manboobz ante el evento de MSU, no hace más que demostrar que esta condena social existe, y con creces. Sobre todo teniendo en cuenta que tanto SRS como Manboobz han afirmado repetidas veces que el MRM [Movimiento por los Derechos de los Hombres] es un movimiento impotente, sin asuntos relevantes, compuesto de perdedores que viven en el sótano de sus padres y no consiguen novia. Quiero decir que lo normal, si el MRM no tuviera asuntos relevantes y estuviera compuesto de inútiles, sería que nadie se molestara en criticarlos ni en sabotear socialmente sus actividades.
Por el motivo que sea, yo me he convertido en un objetivo de crítica y hostilidad por parte de esta gente. SRS tiene varios posts, estilo expediente, llenos de citas extraídas de mis conversaciones online, que se remontan meses atrás, y han llegado a buscar citas de otras webs, publicándolas en un subreddit dedicado a cosas “inaceptables” dichas EN REDDIT. Eso supone mucho tiempo y esfuerzo dedicado a desacreditar a personas que según tú, no tienen nada relevante de qué hablar, y que nunca podrían atraer apoyo público. Y no hago más que cruzarme con gente que me atribuye cosas que jamás he dicho, y cuando les pregunto, resulta que se las han oído a terceras personas.
Así que, teniendo en cuenta todo esto, la resistencia de la gente corriente a apoyar las causas de los derechos de los hombres, incluso cuando se hace de formas no controvertidas, y la intensidad de la campaña, encabezada por las feministas, para desacreditar, tergiversar y silenciar a un grupo que afirman que es impotente e irrelevante… todo esto me ha hecho pensar mucho en cómo es posible que el feminismo consiguiera el ímpetu que tuvo, a pesar de estar “obviamente” en contra de todas las normas sociales establecidas, y cómo consiguió ser beneficiario de tantísima tolerancia pública, pese al discurso de odio tan frecuente en símbolos académicos y literarios de la segunda oleada feminista, como Mary Daly y Andrea Dworking, y obras como el Manifiesto SCUM.
Sobre todo teniendo en cuenta que los hombres que abogan por el fin de la circuncisión pueden enfrentarse a una hostilidad extrema y a acusaciones de ser insensibles e incluso “anti-mujer”, si no empiezan cada comentario con 1000 palabras indicando que la mutilación genital femenina es una práctica muchísimo más dañina (aunque a menudo no lo sea). No se puede defender la precisión en la información pública sobre la naturaleza real de la violencia de pareja, y cómo el 50% de las víctimas son hombres, y cómo el sistema los deja a su suerte a ellos y a sus hijos, sin que te acusen de misoginia. David Futrelle, el mismísimo Manboobz, ha descrito los esfuerzos del MRM en este ámbito como una agenda de desmantelamiento de las protecciones para la mujer ya existentes; para él, nosotros no queremos destinar fondos públicos a refugios para hombres maltratados, ni facilitar el acceso a los que ya existen; lo que queremos es echar abajo los refugios para mujeres maltratadas.
¿Cómo es posible que proponer el fin de la circuncisión, o proveer servicios para violencia doméstica a víctimas masculinas, pueda verse como algo anti-mujer? Bueno, estoy llegando a la conclusión de que cualquiera que luche A FAVOR de algo también es percibido (ya sea cierto o no) como alguien que lucha CONTRA algo.
Y cuando hay un sistema de género binario, con los hombres a un lado y las mujeres al otro, luchar a favor de las mujeres, como grupo, va a ser percibido como luchar contra los hombres, y viceversa.
Esto no supuso demasiado obstáculo para las feministas. Tenían muchas percepciones de género a su favor, y todo ello hizo que sus ataques contra los hombres y la masculinidad (que a menudo han sido mucho más violentos y abiertos que cualquier cosa procedente del MRM) fuesen más aceptables para la conciencia colectiva de la sociedad. Recordemos que estas percepciones han existido casi desde siempre; ya existían muchísimo antes que el feminismo.
*La violencia y la hostilidad femenina no existen, son inofensivas o disculpables.
*Los hombres son poderosos, amenazadores y potencialmente peligrosos.
*Las mujeres son las beneficiarias adecuadas de la protección, la ayuda y el apoyo de la sociedad.
*Los hombres son los apropiados para absorber la violencia y el daño.
*Las mujeres son objetos sobre los que se actúa.
*Los hombres son agentes que actúan sobre otros y sobre el ambiente.
Estas percepciones colectivas de hombres y mujeres no hicieron más que facilitar cada uno de los esfuerzos feministas, desde sus demandas de sufragio, derechos y protección legal, hasta las medidas extraordinarias que han exigido para proteger a las mujeres de cualquier daño. Todas esas demandas encajaban perfectamente con nuestra percepción de que dar a las mujeres lo que necesitan es algo beneficioso y apropiado. También han facilitado la capacidad del feminismo para demonizar la masculinidad, y son responsables de la capacidad de la sociedad para tolerar los niveles de odio y fantasía violenta que encontramos, por ejemplo, en el Manifiesto SCUM, ya que percibimos la hostilidad de las mujeres y de sus representantes como algo inofensivo y disculpable, y el grupo objetivo de dichos escritos es, según nuestra percepción, no solamente poderoso y potencialmente peligroso, sino además el objeto apropiado para absorber la violencia y la hostilidad.
Estas percepciones también permitieron que el feminismo, básicamente, reescribiera la historia; que fabricara mentiras aceptables y creíbles acerca de la naturaleza de la sociedad pasada. Por ejemplo, afirman que la violencia doméstica contra la mujer ha sido tradicionalmente algo aceptado por la sociedad. Esta afirmación ignora hechos de fácil acceso, como las leyes históricas CONTRA el maltrato a la esposa, que establecían castigos que iban desde cadenas de presos hasta flagelación pública, o casos de justicia clandestina contra maridos maltratadores, que incluían linchamientos, e informes periodísticos de condenas y sentencias que se remontan al menos a principios del siglo XIX. Al mismo tiempo, aparecen absolutas falsedades no sólo en blogs y artículos mediáticos de opinión, sino también en libros de texto feministas escritos por académicas, como Domestic Violence Law [Leyes de Violencia Doméstica], 2ª edición, el cual, según la Facultad de Derecho de Berkeley, es el primer libro de texto sobre este tema. Dicho libro afirma descaradamente que la ley del pulgar (que se describe como una ley que limitaba el derecho de un hombre a golpear a su mujer a una vara no más ancha que su dedo pulgar) se atribuía a un emperador de Roma que nunca había existido (Rómulo, hijo del dios Marte), y que permaneció en el derecho común [consuetudinario] inglés y en toda Europa, si bien jamás se ha demostrado la existencia de esas leyes.
Son mentiras fáciles de creer. Los hombres son agentes poderosos y potencialmente peligrosos que actúan sobre otras personas, mientras que las mujeres son vistas como objetos a merced de fuerzas externas y que necesitan protección. Son mentiras fáciles de contar, incluso para aquellos que saben que son falsas, porque no existe ningún tabú social ni instintivamente arraigado que prohíba atacar a los hombres; de hecho, la absorción de la violencia y la hostilidad es la función natural del hombre dentro del sistema general.
Estas percepciones son lo que llevan a la gente a justificar que una mujer pegue a un hombre en público, dando por hecho que él debe de haber hecho algo para merecérselo: los hombres son peligrosos, las mujeres son inofensivas, los hombres son el objetivo apropiado de la violencia, y los hombres actúan, mientras que sobre las mujeres se actúa. Para poder mantener la dicotomía de agente/objeto y el resto de nuestras percepciones sobre hombres y mujeres, fabricamos incluso una justificación para esa mujer, para convertir la acción de ella en una reacción a una hipotética acción de él (“Apuesto a que él la estaba engañando”), para hacer que la situación se ajuste a nuestra imagen interna sobre los géneros.
Así que cuando el feminismo lucha A FAVOR de las mujeres, incluso cuando sus representantes atacan a los hombres de manera activa y hostil para ello, la mayor parte de la gente ve esos ataques como algo inofensivo y como una reacción y no una acción; ataques dirigidos a un grupo cuyo papel natural es aceptar y absorber la hostilidad. Y en cuanto las feministas crearon de la nada una elaborada justificación (a saber, la Teoría del Patriarcado), todo lo que nos contaban se ajustaba a lo que nuestros instintos nos dicen, y de repente todo iba bien, todo encajaba.
Ese deseo desesperado, que existe en la mayoría de nosotros, de “re-caracterizar” toda acción femenina (sobre todo la hostilidad y la violencia) como si fuese una reacción, es lo que dejó a la sociedad completamente vulnerable al falso “elixir milagroso” de la Teoría del Patriarcado y las ideas feministas sobre el privilegio masculino y la opresión de género de la mujer. Teníamos delante a mujeres feministas furiosas, hostiles y odiando a los hombres, y todos nosotros hicimos lo que hace la gente cuando ve a una mujer pegando a un hombre: pensamos para nuestros adentros “Bueno, algo habrá hecho para merecérselo. Algo horrible, seguro”. Y ahí estaba la Teoría del Patriarcado para explicarlo todo.
Ha habido tanta gente que se ha tragado la Teoría del Patriarcado porque, si los hombres no hubieran sido siempre unos cabrones opresores, las feministas no tendrían motivos para estar tan enfadadas con ellos, y lo primero que hacemos cuando las mujeres actúan es buscar la acción a la que están reaccionando. Si los hombres no hubieran estado sometiendo a las mujeres todo este tiempo, las feministas no verían siquiera la necesidad de rectificar el daño hecho a las mujeres, así que debe ser así.
La Teoría del Patriarcado no era más que una suculenta racionalización, que la mayoría de la sociedad se tragó, para explicar la abierta hostilidad de las feministas de segunda ola hacia los hombres, y la cada vez mayor presión del feminismo por hacer avanzar los intereses de las mujeres a expensas de cualquier otra cosa. Si esas damas odian a los hombres y hacen presión para gastar cada vez más dinero público en proteger y apoyar a las mujeres, ya sean productivas o disfuncionales, OBVIAMENTE deben tener una buena razón para ello, ¿no? Obviamente están reaccionando a alguna injusticia, y el lugar más evidente para buscar esa injusticia está en los personajes públicos que ocupan el otro lado del sistema de género binario.
Igual que el hombre al que su novia le da una paliza en la calle, los hombres, como grupo, DEBEN haber hecho algo horroroso para merecerse todo eso.
Y ahora vamos a darle la vuelta a la cinta y a examinar la influencia que ejercen nuestras percepciones de los hombres y las mujeres sobre la reacción social ante el MRM.
Si los hombres están luchando A FAVOR de los hombres como grupo, ¿contra quién luchan? La respuesta más evidente sería, claro está, “contra las mujeres” (las personas situadas al otro lado del sistema de género binario), y nuestro instinto nos lleva a pensar eso en primer lugar. Incluso si los MRA limitan sus acusaciones únicamente al feminismo, resulta que el feminismo “representa a las mujeres”, de forma que se sigue percibiendo un tufo a misoginia.
Y en nuestra percepción colectiva, no son las mujeres las que deben absorber la violencia y la hostilidad; de hecho, son la clase que debe ser protegida. Para la mayoría de la sociedad, el hecho de que los hombres luchen por sí mismos provoca una sensación instintiva, una sensación peligrosamente similar a la que provoca un hombre que le da una paliza a una mujer; y como ella es un objeto y no un agente, es imposible que haya hecho nada para merecérselo.
Como los hombres son vistos como agentes que actúan sobre el mundo, la sociedad tiene más interés en contener sus actos que en examinar las posibles causas de los mismos. Como pensamos que lo adecuado es que los hombres consideren el bienestar de los demás antes del suyo propio, nos parecen inmaduros y desconsiderados cuando dan prioridad a sus propios intereses. Y al verlos como seres fuertes, damos por hecho que pueden soportar o superar sin más cualquier dificultad que pudieran sufrir como hombres.
Y la Teoría del Patriarcado, que propone que los hombres crearon la sociedad de tal forma que la mujer estuviese oprimida en beneficio del hombre, implica que la culpa de todos los problemas que sufren los hombres… se le puede echar a los hombres. Cuando las mujeres están oprimidas, la culpa es de los hombres. Cuando los hombres están oprimidos, la culpa es de ellos mismos. Los hombres ocupan todas las “posiciones de poder”, así que si hubiera algún problema masculino REAL, esos hombres estarían trabajando para resolverlo, ¿no? Después de todo, los hombres inventaron el patriarcado SOLAMENTE para beneficiar a los hombres a costa de las mujeres, ¿verdad?
El problema es que NO hay pruebas que confirmen esto. No hay nada que respalde la afirmación de que, cuando los hombres están en el poder, oprimen a las mujeres en beneficio de su propio género; ni siquiera hay indicios de que actúen en interés de los hombres sin más. De hecho, hay pruebas que demuestran precisamente lo contrario:
Un estudio de 2004 sobre las diferencias entre géneros y sus predisposiciones automáticas al formar parte de grupos excluyentes, descubrió que los hombres carecen del mecanismo que refuerza la preferencia automática por su propio grupo. Sólo las mujeres mostraron esta predisposición en las cuatro pruebas; en 3 de ellas, todos los sujetos, hombres y mujeres, mostraron una fuerte preferencia por las mujeres.
Lo cual me parece espeluznante, porque demuestra que las mujeres en el poder van a actuar enérgicamente a favor de los intereses de las mujeres, mientras que los hombres en el poder no muestran ninguna preferencia por su propio grupo, sino que muy a menudo actúan también a favor de las mujeres.
La sociedad ha sido total y absolutamente embaucada por las mentiras patológicas del feminismo; hemos sido engañados por nuestras propias percepciones instintivas sobre hombres y mujeres, y por nuestras preferencias internas, que ponen los intereses de las mujeres por encima de los de los hombres, y al hacerlo, hemos conseguido vilipendiar, marginalizar, engañar y poner en desventaja a la mitad de la población. Sólo en el Reino Unido, los cambios en las políticas sociales y educativas, además del creciente número de madres solteras, han logrado que el 20% de los hombres de menos de 25 años sean oficialmente incapaces de trabajar [“inempleables”]. Y por lo visto nadie quiere hacer nada al respecto, únicamente se preguntan qué demonios pasa con los chicos y por qué abandonan los estudios.
Si alguna vez espabilamos y salimos de este coma cognitivo, y logramos ver el daño que hemos causado con esta pulsión esclavizadora de satisfacer a la mujer voraz a expensas de los hombres, de las familias y de la cohesión social, esperemos sinceramente que los hombres no estén tan marginados, dañados, incultos, empobrecidos, inempleables y apáticos que ya no puedan coger las palas y ayudarnos a salir del agujero.
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