Defeminición: Mismo trabajo

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Traducción de un artículo de Hannah Wallen

Una de las quejas más habituales de las brigadas del feminismo radical consiste en dar publicidad al mito de la brecha salarial, para así justificar su grito de guerra de “Mismo sueldo por el mismo trabajo.” Esto sigue siendo así a pesar de que dicho mito ya ha sido desmentido. El informe Consad planteó ciertas dudas, al indicar que gran parte de la diferencia entre las ganancias medias del hombre y de la mujer se puede atribuir a las decisiones del trabajador, y a la voluntad de sacrificar otras ventajas a cambio del beneficio de un salario más alto.

También es especialmente importante indicar el efecto colectivo de cualquier plus de peligrosidad sobre las cifras que se utilizan para apoyar el mito de la brecha salarial. El efecto del plus de peligrosidad se puede atribuir a las diferencias entre los sexos a la hora de elegir un trabajo. Entre los empleos mejor pagados del mercado laboral se encuentran los trabajos de mayor riesgo. La causa de que la mujer no esté presente en esos trabajos no es la discriminación. Se trata de trabajos que las mujeres no buscan activamente. Además de los factores de riesgo excesivos, se debe en parte a las exigencias de tiempo. Los trabajos estacionales suelen implicar trabajar diariamente durante semanas o meses, con muchas horas de trabajo duro y sin días libres. Además, los requisitos laborales de esos empleos implican fuerza física, resistencia ante el trabajo y la fatiga y una clase concreta de dureza emocional que está fuera del alcance de la mayoría de las mujeres, o que, como mínimo, no sienten deseos de poner a prueba.

Entre los resultados de las discrepancias de representación entre los sexos en los trabajos más peligrosos, se encuentran lo que yo llamo la Brecha de riesgo y la Brecha de muertes. Lo primero que destaca en estas estadísticas es la enorme diferencia existente entre el número de muertes de hombres en su puesto de trabajo y el de mujeres. Aunque esto representa solo una parte de la fuerza laboral, distorsiona las cifras de los dos lados, ya que crea un índice salarial medio aparentemente mayor para los hombres, y un índice de lesiones y muertes aparentemente menor para las mujeres en general.

Además, este efecto se extiende también a la fuerza laboral regular, incluidas las profesiones que se distribuyen de forma más equilibrada entre los sexos. Los índices más altos de lesiones y muertes en las profesiones relacionadas con los servicios de emergencia se pueden atribuir a una toma de riesgos mayor entre los profesionales varones. Los índices más altos en el sector privado se pueden atribuir a que se imponen a los hombres unos requisitos de carga de trabajo más duros, incluidos trabajos con pesos mayores y cargos de mayor riesgo en la manufactura y la construcción, e incluso en puestos de trabajo por horas y de nivel inferior, como las ventas al por menor y los auxiliares sanitarios. Sea o no correcto, las empresas y los compañeros de trabajo en general suelen tener unas expectativas más exigentes de rendimiento y trabajo para los hombres.

Teniendo en cuenta los distintos factores que afectan al sueldo femenino, ¿podemos seguir utilizando la expresión “mismo trabajo” para describir la contribución de la mujer al entorno de trabajo? A la luz de todos estos tipos de tareas que las mujeres no realizan (tanto si esas discrepancias se deben a una decisión personal, a la falta de voluntad de asumir riesgos o a la incapacidad de llevar a cabo esas tareas), ¿está justificado que exijamos la aprobación de leyes que aumenten artificialmente nuestros sueldos? En este caso, ¿acaso el concepto feminista de la justicia no está terriblemente distorsionado? ¿No es evidente que exigir que el sueldo se equipare a golpe de ley solo sirve para que aquellos que se benefician interesadamente de quienes trabajan duro y asumen riesgos se ganen un reconocimiento y unas recompensas inmerecidas, basadas únicamente en su sexo?

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El Ratel ("The Badger") has helplessly seen the rise of politically correct nonsense, inclusive language and feminist ideology in his native country, Spain. After getting in contact with the MRM and antifeminist ideas, his attempts to talk about it were met with disdain and disgust. That is why he adopted a secret identity and started doing what he does best: spreading information by means of writing and translation.

El Ratel ha presenciado el auge de las estupideces políticamente correcta, el lenguaje inclusivo y la ideología feminista en su país natal, España. Tras entrar en contacto con las ideas del Movimiento por los Derechos del Hombre y el antifeminismo, sus intentos por hablar de ello fueron recibidos con desdén y desprecio. Por eso, tomó la decisión de adoptar una identidad secreta y hacer lo que mejor se le da: difundir información a través de la escritura y la traducción.

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