Una mentira repetida mil veces se convierte en verdad. Joseph Goebbels.
Las feministas montan un escándalo tremendo cada vez que alguien menciona la palabra «feminazi». Te dicen que esa palabra no existe; que quienes la usan son neomachistas que pretenden desacreditar el movimiento feminista; que cualquiera que la use es un machirulo (mezcla de machista y chulo) misógino y no merece debate alguno; que intentan infundir miedo y que es señal de capacidades argumentativas deficientes (después de todo, ya sabemos que la primera norma del debate es que, si todo lo demás falla, hay que comparar al adversario con los nazis. ¿Tan mal se nos da la argumentación?).
Pero hoy vengo a defender el uso del término «feminazi» como representación precisa del feminismo moderno de tercera ola y patrocinado por el gobierno: vamos a examinar algunos de los Principios de la Propaganda del doctor Joseph Goebbels, el Ministro de Propaganda de Adolf Hitler, que controlaba todos los medios de comunicación alemanes y fue capaz de instaurar su ideología de odio en la mente de la población. Veremos cómo el feminismo utiliza sus mismas tácticas para ganarse el favor (y el dinero) de la población y del Estado.
1: Principio de simplificación y del enemigo único. La propaganda debe ser siempre sencilla y centrarse en un único enemigo, a quien se culpa de todos los males y desgracias de la sociedad, y cuyo control o eventual destrucción conducirá a la prosperidad y la felicidad. En otras palabras: reducir la complejidad de la vida, la naturaleza humana y la evolución social, la multitud de factores y causas conocidos y desconocidos, a un único «hombre del saco». Así, nos desentendemos de cualquier responsabilidad por la situación y los problemas actuales (nuestra única responsabilidad es luchar y eliminar a este enemigo). Podemos llamar a este enemigo «los judíos», «el Capitalismo» o «el Patriarcado».
El principio de simplificación también se aplica a la idea de «nosotros»: somos superiores, somos buenas y puras, estamos destinadas a grandes hechos, pero «ellos» no nos lo permiten. Un único símbolo que represente nuestro movimiento también contribuirá a nuestra unidad, a nuestra causa común. El matriarcado primigenio, la sororidad (hermanamiento femenino) pacífica y feliz, aquello de «la violencia la cometen los hombres»… todo parte de aquí.
2: Principio de contagio. El contagio es el medio con el que el enemigo único puede manchar nuestra pureza; puede arruinar nuestra naturaleza superior y hacernos caer en desgracia. Puede esclavizarnos y vivir a nuestra costa. Se aprovecha de la buena fe de sus víctimas y de su propia personalidad malvada (en el caso de los judíos, su astucia e inteligencia para los negocios; en el caso de los hombres, la fuerza bruta y el terror con el que subyugan e intimidan a las mujeres).
Las mujeres están oprimidas, y han estado trabajando gratis como esclavas sexuales y señoras de la limpieza. El Patriarcado le chupa la sangre a la mujer y limita su desarrollo. El Patriarcado es tan poderoso, tan omnipresente y está tan arraigado que las mujeres tienen misoginia interiorizada de forma predeterminada.
3: Principio de transposición. La culpa siempre es de otros, nunca nuestra. Todo mal social se achaca, se transpone sobre el enemigo. El sexismo está por todas partes. Si no hay suficientes mujeres en las ciencias, si las mujeres insisten en tener hijos y en no centrarse en una carrera profesional, si las mujeres se empeñan en preocuparse por su aspecto físico… la culpa es del Patriarcado. No hace falta investigar más.
4: Principio de exageración y distorsión. Se trata del principio de inseguridad. Necesitamos exagerar un problema o un delito existente para infundir miedo en la población. De esta forma, podemos asustar al receptor hasta tal punto que acepte al enemigo único que le ofrecemos de manera desinteresada. Si queremos atacar al grupo X, tenemos que asustar y aterrorizar a la población, y después decirle que la culpa es del grupo X. Se deben emitir mensajes de alarma constantemente: tened miedo, estamos en peligro, nos pueden matar, nos pueden agredir, nos pueden violar, no estamos a salvo, estamos inseguros, es imposible salir adelante.
La violencia doméstica únicamente la cometen los hombres contra las mujeres, y es una verdadera epidemia. De hecho, es la dinámica habitual en las relaciones heterosexuales. Las mujeres son piropeadas, acosadas, agredidas y violadas constantemente. 1 de cada 5 mujeres universitarias sufrirá una violación. Y la masculinidad tóxica, deformada (o no) por las normas patriarcales, es la culpable. Los hombres tienen la culpa, es necesario educarlos, controlarlos. La población masculina debe ser reducida y controlada. Ya es hora de considerar un toque de queda para los hombres.
5: Principio de vulgarización. Este principio tiene mucho que ver con el principio de simplificación. Todo tiene que ser fácil de entender por cualquiera. No hay necesidad de pensar, de esforzarse. Tenemos que idiotizar a la población. Los métodos del Patriarcado han de ser burdos, evidentes y vulgares. Cuando vemos por televisión a un marido perezoso, a un padre negligente, a un grupo de colegas haciendo comentarios machistas, a una niña inocente que se pregunta por qué los niños no quieren jugar con ella, estadísticas y anuncios alarmistas que representan una realidad en blanco y negro… todo eso forma parte de la campaña de vulgarización.
6: Principio de orquestación. Las noticias deben ser controladas y seleccionadas; tenemos que transmitir únicamente las noticias que nos sean favorables, o darles una dimensión mucho mayor que la que le damos a las noticias que no nos sean favorables. No deben ser innecesariamente complejas: una mujer ha sido asesinada por su marido. Se trata de una nueva víctima de la violencia de género. Eso es todo. No hay necesidad de saber más. Los medios tienen que seleccionar qué delitos aparecen en los noticiarios; seleccionan qué estadísticas se nos restriegan por la cara y cuáles se nos ocultan. Nos dirán qué problemas deben preocuparnos. Los medios pueden incluso mostrarnos lo que ocurriría si al enemigo se le permitiese seguir suelto, con representaciones muy imaginativas de la masculinidad tóxica y de «cómo era» el Patriarcado antiguamente.
7: Principio de renovación. Tenemos que bombardear al público con noticias e imágenes. No debemos darle tiempo para que procese, para que razone, para que se detenga y piense. Todo ello contribuirá al mensaje general que queremos transmitir. El objetivo es que el receptor se quede abrumado, ahogado en información. Debe ver el mundo como un caos. Tenemos que conseguir que le haga falta una solución simple para el ambiente distorsionado que le presentamos.
8: Principio de autenticidad. No hay hechos, sólo interpretaciones (F. Nietzsche). Debemos minar la verosimilitud de realidades y hechos que no nos sean favorables. Para ello, utilizaremos distintas interpretaciones y explicaciones. De ese modo, la autenticidad de un hecho quedará oculta bajo una multitud de interpretaciones. Las sufragistas eran violentas, pero… Las mujeres no eran reclutadas por la fuerza, pero…
9: Principio de silenciamiento. Debemos evitar que los hechos, realidades o personas indeseables «hagan demasiado ruido». Tenemos que impedir que lleguen a la población; necesitamos eliminar sus medios y sus recursos. Necesitamos infamarlos y convertirlos en persona non grata. Erin Pizzey. Christina Hoff Sommers. Camille Paglia. Murray Straus. Cualquier grupo masculino universitario. O, en realidad, todo el Movimiento por los Derechos del Varón.
10: Principio de transfusión. Todos los principios de nuestro sistema de propaganda deben considerarse profundamente arraigados en nuestra comunidad, en la historia de la nación. De ese modo, serán mucho más fuertes y serán vistos como algo justificado. Podemos justificar leyes crueles contra el hombre, vagones de metro separados para hombres y mujeres, discriminación positiva… si los presentamos como una lucha por «la igualdad de derechos», algo que todos queremos alcanzar. Para ello, podemos mostrar imágenes de injusticias pasadas contra la mujer (incluso aunque no sean precisas o no fuesen exclusivamente contra la mujer), y de algún modo justificaremos como una especie de desagravio cualquier medida que se tome actualmente.
11: Principio de unanimidad. Creo que no hace falta explicar mucho. Ciertas ideas y valores son símbolo de virtud y de bondad, mientras que otras te señalan como una persona inmoral. Como dice Jack Donovan:
Cuando una mujer dice que quiere la igualdad de derechos, o que piensa que habría que ayudar a los refugiados, o que está en contra del racismo, yo lo atribuyo a la empatía natural, al deseo de parecer moralmente superior. Con eso, le está diciendo a todo el mundo que tiene una alta virtud moral de acuerdo con el criterio de la sociedad en la que vive. En vez de decirte que es toda una dama, o una buena cristiana, o que es virgen, lo que hace es proclamar que posee la única pureza moral que nos importa en este imperio internacional de la nada. Jack Donovan, “All they have is fear” (“Lo único que tienen es miedo”)
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