Artículo original de El Ratel.
Antes de nada, he de decir que no soy ningún experto en inteligencia emocional. En absoluto. Tengo un conocimiento meramente superficial sobre ese tema, de manera que utilizaré aquí conceptos muy sencillos y básicos (porque no tengo otros). Pero creo que servirán para ilustrar mi argumento.
Es muy habitual, al debatir con feministas o al analizar sus argumentos y sus actitudes, encontrar rasgos de una inteligencia emocional escasa o deficiente. Creo que eso no es nada nuevo. Pero al analizar lo que es en sí la inteligencia emocional, durante un taller al que asistí hace poco, me di cuenta de que la definición de una mala inteligencia emocional se ajusta perfectamente, ya no a las feministas, sino al propio feminismo. Que el analfabetismo emocional es, por decirlo así, prácticamente un requisito feminista. Vamos a ver aquí un par de aspectos, pero os invito a debatir y a compartir ideas propias en la sección de comentarios:
Según Daniel Goleman, la inteligencia emocional tiene cinco componentes; aquí nos interesan dos de ellos:
El primero consiste en ser capaz de identificar tus propias emociones, y reconocer que esas emociones son tuyas. Una acción o una situación externa las puede desencadenar hasta cierto punto, pero la responsabilidad no es de la situación ni de la acción; es tuya. Eres tú el que hace esa conexión entre la situación externa y la emoción; eres tú el que “llena el hueco” con ese significado desencadenante, basado en tus creencias personales (lo veremos en seguida). Un rasgo claro de una inteligencia emocional pobre sería pensar que la situación es directamente responsable de provocarte esa emoción, olvidando así el papel que juegas tú en ese proceso, tu responsabilidad (“¡Eso es ofensivo!”, en vez de “Eso lo encuentro ofensivo”. La segunda pregunta inevitablemente nos llevaría a pensar en “por qué concretamente yo lo encuentro ofensivo”; a cambiar el foco de la pregunta, de fuera hacia dentro). Un ejemplo de esto podría ser el concepto feminista de la male gaze, la mirada masculina. La idea de que la representación del cuerpo de la mujer por parte del hombre, o su mera contemplación, es “cosificante”. ¿Qué es lo que ocurre en realidad? A mi modo de ver, pasa esto: una mujer concreta observa una fotografía de una mujer atractiva en una pose sugerente. Esa visión conecta con su falta de autoestima personal, su tendencia a evaluarse y a compararse con la modelo. Por lo tanto, se siente evaluada por los demás (sobre todo por los hombres responsables de la fotografía) en cuanto al físico; se siente cosificada. Conclusión feminista: este tipo de representaciones cosifican a la mujer, porque las mujeres se cosifican a sí mismas cuando las ven (proyección).
El segundo elemento de la lista de Goleman sería ser capaz de reconocer las emociones de los demás, sin caer en la proyección. Es decir, que consiste en comprender cómo se siente la otra persona, no en pensar en cómo te sentirías tú en la misma situación. Un ejemplo: una mujer que no comprende por qué su novio no reacciona a una mala noticia de la misma forma que ella, y cree que lo que hace es reprimir lo que realmente siente. “Seguro que siente lo mismo que yo; no lo manifiesta porque tiene un problema de expresión emocional”. Conclusión feminista: los hombres no saben expresar sus emociones, porque pienso que las expresan exactamente igual que yo. Tom Golden tendría mucho que decir sobre esto.
Ahora hablaremos del sistema de creencias, que juega un papel muy importante en la inteligencia emocional. Las creencias serían una serie de juicios, convicciones o axiomas que no cuestionamos, que aceptamos sin más. Cosas como “debo buscar el cariño y la aprobación de los demás”, “Está mal que las cosas no salgan exactamente como a mí me gustaría”, u otras más sencillas como “Patriarcado”. Estas creencias son ese “significado” del que hablábamos antes, que asignamos a las situaciones, y que desencadenan las emociones. Y no podemos olvidar que las creencias buscan ser confirmadas y justificadas. Inconscientemente buscaremos ejemplos y situaciones que nos confirmen que estamos en lo cierto al tener esas creencias. Las feministas buscarán hasta debajo de las piedras ejemplos de abusos de hombres a mujeres para justificar su creencia en el Patriarcado. Llegarán incluso a ignorar situaciones que contradigan esas creencias, o justificarlas con nuevas creencias que encajen en su sistema (“El Patriarcado también hace daño a los hombres”), o incluso ocultarlas y manipular los datos.
¿Y cómo se forma una creencia? Necesitamos tres elementos básicos: una idea, una experiencia y una emoción. Si esos tres elementos se dan a la vez, y se van repitiendo cíclicamente, terminan por dar lugar a una creencia. Veamos un ejemplo: una amiga me ha dicho que “todos los hombres son unos cerdos”. Ya tengo la idea. Conozco a un hombre que resulta ser un cerdo. Esa es la experiencia. Me hace sentir terriblemente mal: esa es la emoción. Si después conozco a otro hombre que también es un cerdo, y que también me hace sentir mal, poco a poco empezaré a creer que todos los hombres son de verdad unos cerdos. Del mismo modo, cada caso de maltrato o asesinato de un hombre a una mujer, ampliado por los medios, reforzará mi creencia en que los hombres, por sistema, maltratan y asesinan a las mujeres. Que los medios se nieguen a mostrar las pruebas de lo contrario también viene bien para reforzar esa creencia.
Por supuesto, llega un punto en que es muy difícil modificar tu sistema de creencias (sobre todo si has basado toda tu vida profesional en torno a él). Pero es necesario: si esas creencias provocan que te sientas mal constantemente por situaciones o hechos externos a los que culpas de esas situaciones, deberías ir pensando en cambiar algo. Y lo único que puedes cambiar es tu sistema de creencias. “A lo mejor no todos los hombres me violarían si pudieran”, y así dejaré de tener miedo cada vez que salga a la calle.
Ahora, vamos a distinguir dos parejas de conceptos muy importantes:
Primero, podemos diferenciar entre el “filtro mental estrecho” y el “filtro mental amplio”. Un filtro mental estrecho está abarrotado de creencias que encarrilan y limitan nuestra visión de la realidad. Funciona igual que las anteojeras de los caballos (esos trastos que llevan en la cabeza para que no puedan mirar hacia los lados, sólo hacia delante): nos condenan a una visión distorsionada de la realidad. Si en mi cabeza tengo sólo dos cajas, una “blanca” y otra “negra”, probablemente acabaré pensando que lo que no es blanco, es necesariamente negro. Por otro lado, un filtro mental amplio carece de ese exceso de creencias, lo que nos da una percepción más amplia de la realidad, y nos permite apreciar sus muchos matices. Creo que estaréis de acuerdo conmigo en que “filtro mental estrecho” suele ser sinónimo de “feminismo”. Intentan ser muy inclusivas y amplias, pero de una manera terriblemente exclusiva. Me resulta fascinante, la verdad.
Por último, podríamos considerar las dos caras de una misma moneda: el miedo y la motivación. Ambos pueden ser reacciones a una situación desafiante. El miedo nos paraliza y bloquea, mientras que la motivación nos da un motivo, nos mueve. Hay varios sentimientos que nos alejan de la motivación; me sorprendió mucho darme cuenta de que casi la totalidad de ellos son consecuencias inevitables del feminismo:
- Sentimiento de víctima: inevitablemente, si todo tu sistema de creencias gira en torno a la idea de que tu género ha sido y sigue siendo victimizado por el género opuesto, sentirás constantemente que eres una víctima.
- Sentimiento de obligación: otro sentimiento común entre feministas. Sentirse obligado a utilizar “lenguaje inclusivo” para no ofender a nadie, vigilar cualquier cosa que digas o hagas, abandonar cosas que te gustan porque son sexista o “perpetúan roles de género perjudiciales”, o hacer cosas que no te gustan porque tus creencias dictan que son “lo correcto”.
- Queja: No creo que haga falta explicarlo.
- Culpa: el sentimiento que aparece cuando tu imagen propia falla, cuando creías que eras de una forma (o querías ser de una forma) pero después descubres que eres de otra forma. Es inevitable que el feminismo caiga en la culpa, al insistir en negar toda diferencia entre el hombre y la mujer. Si crees que debes sentir atracción por los “chicos buenos”, pero después te sorprendes babeando por un “chico malo”; si crees que “no necesitas a ningún hombre”, pero después tienes envidia de todas tus amigas emparejadas… siempre que te sorprendas comportándote de forma distinta a como dictan tus creencias, la culpa es inevitable.
- Resentimiento: es similar a la culpa. El resentimiento aparece cuando la imagen que tenías de otra persona se derrumba. Surge cuando la otra persona no era como pensabas que era (o como queríamos que fuera). Y cuando la imagen de otra persona, basada en nuestras creencias personales, se derrumba, las feministas no pueden permitirse la reacción emocionalmente inteligente, que sería cambiar su sistema de creencias y la imagen de esa persona. En vez de eso, caen en el resentimiento y las divisiones. No han empezado a hablar de “los feminismos”, en plural, por nada; tampoco los justicieros sociales acaban criticándose y excluyéndose unos a otros por nada.
Hemos visto sólo unos pocos aspectos de la inteligencia emocional que se ajustan bastante bien al feminismo. Sin duda habría mucho más que decir al respecto. Podéis añadir lo que queráis a este debate.
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