Traducción de un artículo original de Hannah Wallen:
La “masculinidad tóxica” es una expresión de moda inventada por las feministas para facilitar que se le eche la culpa a los hombres de las presiones externas a las que están sometidas, algo que muchas veces se debe a los mismos sistemas y actitudes sociales que las feministas apoyan y explotan. La definición de esta expresión representa de forma falsa unas características disfuncionales no relacionadas con el género (como la inseguridad, la violencia y los prejuicios) como si fuesen comportamientos específicos de un género.
Cuando replicas a los defensores de los derechos de los hombres que hablan sobre problemas masculinos, y desvías el tema hacia la “masculinidad tóxica”, no estás ofreciendo información, ni haces un esfuerzo por encontrar soluciones. Es una forma de reduccionismo que utilizan las feministas para justificar la marginalización de los hombres en favor de la promoción de la ideología feminista.
Les parece que basta con escupir “¡Masculinidad tóxica!” en un debate sobre los problemas masculinos para justificar su retórica de acoso verbal al hombre, y ocultar la relación que existe entre la presión política feminista, la propaganda y otras formas de agitación, y la prolongación, en pleno siglo XXI, de la discriminación opresiva hacia los hombres.
Pero no basta, y esa es una de las razones más obvias por las que tantísimas personas de ambos sexos están rechazando la etiqueta de “feminista”, por ser un nombre que se asocia con el odio a los hombres.
Si alguna vez las feministas quieren convencer a los intelectuales de su afirmación de que el feminismo no consiste fundamentalmente en el odio a los hombres, primero deben dejar de acosar a los hombres y los niños con semejantes etiquetas deshumanizadoras.
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